Al ver el espejo destrozado en mil pedazos, descubrí que esos pedazos ya no eran más un espejo. Pero ello no impedía que cada una de esas piezas me reflejara todavía. Ya no eran más un todo, pero el todo tampoco importaba más. Ahora se trataba del reflejo de los miles de trozos, se trataba del desorden, se trataba de alguna pieza que se habría perdido debajo de la alfombra y ya no aparecería nunca. Porque esa pieza perdida, la intocable, la que nadie más podría ver, la que no aparecería nunca más, esa pieza, tendría el único reflejo que verdaderamente podría llegar a importar alguna vez.
Capaz porque uno lee con los sentidos más que con la erudición. Porque el whisky sabe mejor cuando estás con amigos que cuando estás catando. Porque leer no se trata de hurgar en los cimientos, sino de sentir. Porque nadie puede estar a la intemperie mucho rato. Porque de vez en cuando dan ganas de decir algo.
lunes, abril 30, 2007
Breve historia del espejo roto
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