A mediados de este sorprendente y acontecido (todo en lo personal, claro está) 2008, paseaba yo por el parque Rivadavia de Buenos Aires, pensando en lo mucho que extrañaba todavía esta ciudad. En Lima pocas veces puede uno mezclar el paseo con la literatura. Y así como quien no quiere la cosa, se me vinieron a la mente los nombres de autores varios que han hecho ese ejercicio de pensadores nómadas. Allí el fantástico Robert Walser, allí Cees Nooteboom, Sergio Pitol, WG Sebald. Y finalmente, se me vino a la mente el nombre de este libro de Walter Benjamin, mi favorito entre su extensa pero poco literaria bibliografía. Y, oh sorpresa, allí, en uno de los puestitos de libros usados del parque, una colección muy barata de la Biblioteca de Filosofía de Madrid con una serie de títulos de filosofía e ideología izquierdista, junto a los cuales, no tengo idea de por qué, aparecía este extraordinario Dirección única, el único texto que Benjamin publicó como libro.
Creo que si tuviera que compararlo con algún libro lo compararía con las Prosas apátridas de Ribeyro o con los Microgramas de Walser, con unas gotitas de los Cuadernos en octavo de Kafka. Pero en el fondo no sería hacerle justicia, porque este libro brilla con luz propia. Para un autor que realmente no puede ser considerado como tal en el sentido de la literatura alternativa, esta es una obra brillante en todos sus aspectos: la estructura fragmentaria, el manejo de la técnica que sobrepasa la intención reflexiva, el estilo pulcro y contundente de un Walter Benjamin que nos revela aquí un lado muchísimo más íntimo que en la mayoría de su obra.
Hay quienes dicen que es un libro de amor. Que lo escribió para una muchacha que conoció y del que estaba muy enamorado. Alguna vez lo oí por ahí, no estoy seguro de que sea del todo cierto. Lo que sí sé es que de amor hay en este libro, lo mismo que de observación. Se trata de un hombre que ha observado minuciosamente el mundo que lo rodea y ha llegado a la conclusión de que es falso aquello de que al andar se hace camino, sino que uno hace su camino conforme decide dar un paso en tal o cual dirección. Como el verdadero amor, es decir. El amor que se renueva y se decide revivir en cada instante en que nos es posible. Y ahora que creo en el amor y creo en la forma en que este libro nos lo muestra, se me abre también la posibilidad de interpretar este libro como más que un libro de amor: es un libro sobre la capacidad del ser humano de contemplarse íntegro y por lo tanto darse completamente. Todo lo cual, viene, finalmente a llamarse amor cuando queremos decirlo de una forma más corta.
Dirección única es uno de esos libros que uno puede leer siempre. Que no dejan de sorprender, que tienen alguna frase que siempre se podrá arrancar a los momentos duros. Y lo más importante, es un libro que se puede compartir. Un libro en el que uno se puede perder totalmente porque la condición está dada: hay un único sendero por el cual transitar. Así que si nos perdemos, no será demasiado problema. La ruta siempre seguirá estando al frente. No importa cuánto esfuerzo hagamos por poner nosotros los obstáculos para seguirla transitando.
Creo que si tuviera que compararlo con algún libro lo compararía con las Prosas apátridas de Ribeyro o con los Microgramas de Walser, con unas gotitas de los Cuadernos en octavo de Kafka. Pero en el fondo no sería hacerle justicia, porque este libro brilla con luz propia. Para un autor que realmente no puede ser considerado como tal en el sentido de la literatura alternativa, esta es una obra brillante en todos sus aspectos: la estructura fragmentaria, el manejo de la técnica que sobrepasa la intención reflexiva, el estilo pulcro y contundente de un Walter Benjamin que nos revela aquí un lado muchísimo más íntimo que en la mayoría de su obra.
Hay quienes dicen que es un libro de amor. Que lo escribió para una muchacha que conoció y del que estaba muy enamorado. Alguna vez lo oí por ahí, no estoy seguro de que sea del todo cierto. Lo que sí sé es que de amor hay en este libro, lo mismo que de observación. Se trata de un hombre que ha observado minuciosamente el mundo que lo rodea y ha llegado a la conclusión de que es falso aquello de que al andar se hace camino, sino que uno hace su camino conforme decide dar un paso en tal o cual dirección. Como el verdadero amor, es decir. El amor que se renueva y se decide revivir en cada instante en que nos es posible. Y ahora que creo en el amor y creo en la forma en que este libro nos lo muestra, se me abre también la posibilidad de interpretar este libro como más que un libro de amor: es un libro sobre la capacidad del ser humano de contemplarse íntegro y por lo tanto darse completamente. Todo lo cual, viene, finalmente a llamarse amor cuando queremos decirlo de una forma más corta.
Dirección única es uno de esos libros que uno puede leer siempre. Que no dejan de sorprender, que tienen alguna frase que siempre se podrá arrancar a los momentos duros. Y lo más importante, es un libro que se puede compartir. Un libro en el que uno se puede perder totalmente porque la condición está dada: hay un único sendero por el cual transitar. Así que si nos perdemos, no será demasiado problema. La ruta siempre seguirá estando al frente. No importa cuánto esfuerzo hagamos por poner nosotros los obstáculos para seguirla transitando.
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Recomendable: Para leer de a dos, para leer en la calle, para leer cuando tenemos tiempo de sobra para detenernos en un fragmento y pensar u observar. Para leer con café.
Se lo regalaría a: Erika, pero no sé si por algunos fragmentos en particular o solo porque me encantaría compartir esta lectura con ella.
Ficha técnica:
Benjamin, Walter
Se lo regalaría a: Erika, pero no sé si por algunos fragmentos en particular o solo porque me encantaría compartir esta lectura con ella.
Ficha técnica:
Benjamin, Walter
Dirección única - Biblioteca de Filosofía, Madrid.
2002
2002
88 p.
ISBN: 8458137681
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"Abanico. Todo el mundo habrá tenido la experiencia siguiente: cuando se ama a una persona, incluso cuando solo se piensa intensamente en ella, casi no hay libro en el que no se descubra su retrato. Y hasta se presenta como protagonista o antagonista. En los relatos, novelas y cuentos reaparece en metamorfosis siempre nuevas. Y de esto se deduce: la capacidad de la fantasía es el don de interpolar dentro de lo infinitamente pequeño, de inventarle una plenitud nueva, compacta, a cada intensidad que se traduzca en extension; en pocas palabras, de considerar cada imagen como si fuera la de un abanico cerrado que solo toma aliento al desplegarse, y, en su nueva dimensión, exhibe los rasgos de la persona amada que ocultaba en su interior."
4 comentarios:
me gusto el fragmento, y realmente me ha dejado con mas ganas de leer.
Una cosa. Yo hace ya un tiempo que vengo con ganas de leer algo escrito por Kafka, y sinceramente tu redacción me ah dado mucha confianza en tu criterio, podrías sugerirme algún titulo?
Gracias.
Hola Daniel!
Que grata sorpresa tu blog.
Buscaba el relato "las 3 rosas amarillas" de Carver, y encontre tu blog. Un tesorito!
Soy de Barcelona, un poco artista y gran amante de la literatura, y he leido con mucho interes tus entradas. Te seguire!
Hola Daniel,
Me pregunto si la cita sobre el abanico, proviene de Direccion Unica. Y si es asi, en cual pagina.
Bonito tu blog,
saludo, Marta Calderon
Estimado Daniel,
no lo habia visto asi, gracias por esa reflexion. Yo encontre en ese libro mucha amargura y algo de tristeza, pero solemos encontrar lo que hay en nosotros mismos :P
Un saludo.
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