(Cerca del cielo)
No sé qué tiene la gente con eso de querer juzgar. Y no me refiero solo al vulgar prejuicio, sino a la idea de determinar así a priori por qué uno dice, hace o deja de hacer tal o cual cosa. Seguro les ha pasado. La anécdota me viene de hace unos días. Resulta que en un cierto lugar cuyo nombre no pienso decir pero que empieza con Club Hípico y que termina con Peruano, se les ocurre cobrar una cuota "voluntaria" fuera de las cuotas normales. Tres cifras, ni más ni menos. Pero se les ocurre también, oh descuido, no mencionar el detalle de que es voluntaria. Luego empiezan a cobrarla como si de hecho fuera obligatoria (se llama asedio por carta), sin ningún tipo de consideración por el medio ambiente considerando el exceso de papel que utilizaron para esas cartas.
Su servidor resulta pseudo-engañado por las constantes reiteraciones de pago y envía una carta ya algo molesto pidiendo que me dejen aplazar la fecha de pago (para ese momento no tenía idea de que se trataba de una cuota "voluntaria") y resulta que a los señores Junta Directiva no les gusta mi "forma de escribir". La llamaron irónica y sarcástica (lo considero un halago, ciertamente, pero es hilarante que lo consideren una ofensa) y por último me citan a una junta disciplinaria. Lo encuentro divertido porque siempre quise saber qué había sentido el inefable Joseph K. cuando supo que estaba siendo procesado por un crimen que nunca llega a saber en qué demonios consistía.
A mí se me acusó, entre otras cosas, de llamar "caballos" a los miembros de la junta directiva en cuestión (vamos, ustedes me conocen, ¿por qué demonios haría eso cuando los caballos de hecho me agradan?), y se me citó a una reunión para determinar mi "sanción". Me invitaron agua, eso sí (no galletitas), y me dijeron que admita que lo había hecho para apoyar a una amiga que cayó en desgracia con esa gente (delirio paranoico, le dicen). Obviamente, no había nada que decir sobre ese asunto. Finalmente, resulta que el tipo que empieza a gritarme y a fastidiar ahí en el comité es nada más y nada menos que el hermano del señor presidente de la junta directiva, diciendo que cómo podía criticar a la mejor junta que había tenido ese club y...
Y ahí es donde hago gancho con este libro a todas luces fantástico y dejé de prestar atención a lo que el señor cerdo decía. Resulta que este es un libro en el cual el mundo se comporta como una familia, de la cual el protagonista, Joseph K., queda de alguna manera aislado. Todos saben del caso de Joseph, todos lo ven como un hombre que está pagando caro un error que él ni siquiera recuerda haber cometido. La paradoja de la justicia entra a tallar de manera especial: por un lado, un sistema convencido de que Joseph K. debe ser perseguido, y él, un hombre absolutamente seguro de que nada puede alcanzarlo porque nada ha hecho. No creo que haya mejor ejemplo que ese para demostrar que el mundo no es más el lugar en el que las cosas pasan porque las merecemos o las queremos.
No creo que se necesite más una justificación "justa" para enjuiciar a alguien. Ni siquiera para condenarlo. Le pasa a Joseph K., me pasa a mí, le pasa al señor vecino de la esquina. Sencillamente que el mundo se ha convertido en eso, un juzgado en el que el jurado se impresiona más rápidamente por lo que ve que por lo que ocurre, un mundo donde un hombre no puede escapar al signo de su destino. Me resulta sumamente especial la escena en la que Joseph entra a la catedral y decide aceptar algo que hasta hacía unos días se le hacía imposible: que el mundo está emitiendo un juicio contra él y que, haga lo que haga, la posibilidad de perderlo y sucumbir ante un sistema que no entiende es real, palpable, próxima.
De mis novelas favoritas, sin duda alguna. El hecho de que esté incompleta (Kafka murió antes de poderla terminar) no le resta una gota de calidad. Acaso hasta le da un sabor puro, lo-fi, si se quiere. Una novela sobre aislarse en la humanidad y la razón propia en contra de un mundo que se deja llevar por la lógica de otros, un otro al que jamás veremos ni accederemos porque muy probablemente, como solo podría ser digno de una lógica tan invariablemente humana, ese otro no existiría sin el miedo que nos obligamos a tenerle.
Se lo regalaría a: Diría a las personas que me juzgaron ese día, pero sería desperdiciar más papel y todos sabemos lo importante que es cuidar los árboles.
Personalidad: Un desterrado que odia a su sistema, pero como no puede revelarse contra él, decide hacer algo terriblemente artístico y genial.
3 comentarios:
Lo leí (:
Sobre tu reseña.. terriblemente artística y genial ?
Besos, (mil).
Actualiza yaaaaaa!!!! tus fans esperan :p
Sencillamente exquisito tu blog Daniel Zúñiga-Rivera.
Contiene textos deliciosos e imágenes sutiles. Mis más sinceras felicitaciones. Adicioname como otro fan de tu web. Muy original.
Saludos desde:
http://viajero-del-reino-digital.blogspot.com
Blog de arte y cultura. Están todos invitados.
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