Uno fuma un cigarro y mira a través de la ventana y se da cuenta inmediatamente de lo difícil que es la vida. No pongo en tela de juicio si es hermosa o no. Pero es difícil, es verdaderamente difícil. Uno se da cuenta que las cosas han cambiado y siguen cambiando mientras el cigarro se consume, que un momento puede hacer la diferencia de una vida para alguien. Todo mientras uno se fuma un cigarro y pierde el tiempo (o 5 minutos de vida). Y entonces uno se da cuenta que el tiempo es justamente esa barrera imposible, ese enemigo que nadie puede franquear.
Hoy es un día 3 de septiembre del año 2006. Para algunos habrá sido un día cualquiera, para otros uno especial (recuerdo a alguien que solía decir que cualquier día es especial hasta que te mueres). Pero para mí hoy siempre será el día que una leyenda ha dejado su lugar entre los hombres para encontrar una constelación en la inmortalidad. André Agassi es sólo un tenista, claro. Un deportista, un hombre que no ha hecho nada más que empuñar una raqueta y golpear una pelota por 20 años de su vida. Pero a mí no me importa cómo se gana la gente la inmortalidad. Me importa lo que ésta representa. Y André Agassi es un hombre que le ganó a la vida. Y alguien que ha hecho eso no solo merece respeto, sino algo muchísimo más esquivo: merece admiración. No por lo que ha hecho para el deporte en sí (algo que merece también reconocimiento, pero dejaré eso para los columnistas deportivos de todo el mundo), sino porque Agassi es uno de esos casos raros que inspiran en lo que hacen, pero también en la vida. Y es que este hombre logró lo que para muchos era imposible: desafió las leyes del tiempo, volvió de sus heridas, sus años y su alejamiento de las grandes canchas y se convirtió una vez más en el mejor. Superó lo que muchos juzgaban como ridículo, ganó a jugadores más jóvenes, más prometedores, más innovadores que él... y cuando perdió, murió de pie. Incluso hoy cayó de pie, en un partido que no estuvo tan lejos de ganar él mismo. Y alguien que se retira de esa forma, alguien que ha hecho lo que él hizo en todos los años en que se dedicó a lo que él amaba, no solo ha logrado ganarle a la vida, sino que ha dejado una verdadera estela que mirar para los tiempos en veda.
Hoy es un día triste. Es un día triste porque tener a André Agassi jugando en las canchas de tennis, aunque uno no disfrute el tennis, era una seguridad de que alguien en el mundo había sido capaz de desafiar a la vida en su juego y ganarle. Y ahora al voltear ahí habrá un vacío enorme. Una sensación terrible de que eso que fue fugaz perdurará siempre, pero que sencillamente ya no podremos verlo. Agassi debe sentirse como el general que gana la batalla al día siguiente de concluída ésta. Ve sus botas y va a limpiarlas y se da cuenta que ha logrado algo que parecía imposible, pero que al mismo tiempo, el tiempo se ha devorado la obra y el presente sigue siendo igual de cruel. Y ni hablar del futuro.
Bien, al final la vida siempre gana. Es una cuestión de longevidad, de que ella puede permitirse el tiempo para quedarse aquí todo lo que quiera y nosotros no. Y hoy siempre será un día triste porque la leyenda se ha terminado. Pero hay algo que la vida no sabe: y es que así como hoy ha sido el último día, mañana será el primero. Así que hoy es día de sacar el whisky más fino y alzar los vasos en un silencio respetuoso, de brindar sin celebrar. Y no hay que tener duda alguna: mañana la resaca aparecerá, cruel y endemoniada como siempre. Pero esta vez, mientras las primeras punzadas del dolor de cabeza aparecen, pasará algo que muy pocas veces en la vida se da uno el lujo de decir: "Valió la pena". Y es que los grandes hombres como Agassi logran lo que han logrado justamente porque no les importa el pasado: ellos quieren ver lo que renace de esas cenizas. En un partido de tennis, en una guerra, en una relación, en un día cualquiera. Es triste porque tenemos que despedirnos de eso que nos inspiró, de esos tiempos en que nos sentimos cuidados por un grande. Pero sabemos que él mirará lo que renace.
Bien, sólo puedo terminar diciendo que espero haber aprendido más de una lección de ese hombre magnífico. Inspirar, haciendo absolutamente cualquier cosa, es algo que pocos pueden hacer. Bueno, él lo logró. Y quizás algún día pueda yo retirarme de mis propias canchas y pensar, como quien desafía a la vida, que ha valido la pena; que algunas veces, en algo tan duro como la resaca después de un día terrible, se encuentra el secreto de la verdadera inmortalidad.
Hoy es un día 3 de septiembre del año 2006. Para algunos habrá sido un día cualquiera, para otros uno especial (recuerdo a alguien que solía decir que cualquier día es especial hasta que te mueres). Pero para mí hoy siempre será el día que una leyenda ha dejado su lugar entre los hombres para encontrar una constelación en la inmortalidad. André Agassi es sólo un tenista, claro. Un deportista, un hombre que no ha hecho nada más que empuñar una raqueta y golpear una pelota por 20 años de su vida. Pero a mí no me importa cómo se gana la gente la inmortalidad. Me importa lo que ésta representa. Y André Agassi es un hombre que le ganó a la vida. Y alguien que ha hecho eso no solo merece respeto, sino algo muchísimo más esquivo: merece admiración. No por lo que ha hecho para el deporte en sí (algo que merece también reconocimiento, pero dejaré eso para los columnistas deportivos de todo el mundo), sino porque Agassi es uno de esos casos raros que inspiran en lo que hacen, pero también en la vida. Y es que este hombre logró lo que para muchos era imposible: desafió las leyes del tiempo, volvió de sus heridas, sus años y su alejamiento de las grandes canchas y se convirtió una vez más en el mejor. Superó lo que muchos juzgaban como ridículo, ganó a jugadores más jóvenes, más prometedores, más innovadores que él... y cuando perdió, murió de pie. Incluso hoy cayó de pie, en un partido que no estuvo tan lejos de ganar él mismo. Y alguien que se retira de esa forma, alguien que ha hecho lo que él hizo en todos los años en que se dedicó a lo que él amaba, no solo ha logrado ganarle a la vida, sino que ha dejado una verdadera estela que mirar para los tiempos en veda.
Hoy es un día triste. Es un día triste porque tener a André Agassi jugando en las canchas de tennis, aunque uno no disfrute el tennis, era una seguridad de que alguien en el mundo había sido capaz de desafiar a la vida en su juego y ganarle. Y ahora al voltear ahí habrá un vacío enorme. Una sensación terrible de que eso que fue fugaz perdurará siempre, pero que sencillamente ya no podremos verlo. Agassi debe sentirse como el general que gana la batalla al día siguiente de concluída ésta. Ve sus botas y va a limpiarlas y se da cuenta que ha logrado algo que parecía imposible, pero que al mismo tiempo, el tiempo se ha devorado la obra y el presente sigue siendo igual de cruel. Y ni hablar del futuro.
Bien, al final la vida siempre gana. Es una cuestión de longevidad, de que ella puede permitirse el tiempo para quedarse aquí todo lo que quiera y nosotros no. Y hoy siempre será un día triste porque la leyenda se ha terminado. Pero hay algo que la vida no sabe: y es que así como hoy ha sido el último día, mañana será el primero. Así que hoy es día de sacar el whisky más fino y alzar los vasos en un silencio respetuoso, de brindar sin celebrar. Y no hay que tener duda alguna: mañana la resaca aparecerá, cruel y endemoniada como siempre. Pero esta vez, mientras las primeras punzadas del dolor de cabeza aparecen, pasará algo que muy pocas veces en la vida se da uno el lujo de decir: "Valió la pena". Y es que los grandes hombres como Agassi logran lo que han logrado justamente porque no les importa el pasado: ellos quieren ver lo que renace de esas cenizas. En un partido de tennis, en una guerra, en una relación, en un día cualquiera. Es triste porque tenemos que despedirnos de eso que nos inspiró, de esos tiempos en que nos sentimos cuidados por un grande. Pero sabemos que él mirará lo que renace.
Bien, sólo puedo terminar diciendo que espero haber aprendido más de una lección de ese hombre magnífico. Inspirar, haciendo absolutamente cualquier cosa, es algo que pocos pueden hacer. Bueno, él lo logró. Y quizás algún día pueda yo retirarme de mis propias canchas y pensar, como quien desafía a la vida, que ha valido la pena; que algunas veces, en algo tan duro como la resaca después de un día terrible, se encuentra el secreto de la verdadera inmortalidad.
1 comentario:
Si, es una pena que Agassi se retire, pero no se vive para siempre y no se es joven por siempre. Ser{a recordado por siempre la verdad esa singularidad que el tenia. Salud por eso....
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