lunes, abril 30, 2007

Breve historia del espejo roto

Al ver el espejo destrozado en mil pedazos, descubrí que esos pedazos ya no eran más un espejo. Pero ello no impedía que cada una de esas piezas me reflejara todavía. Ya no eran más un todo, pero el todo tampoco importaba más. Ahora se trataba del reflejo de los miles de trozos, se trataba del desorden, se trataba de alguna pieza que se habría perdido debajo de la alfombra y ya no aparecería nunca. Porque esa pieza perdida, la intocable, la que nadie más podría ver, la que no aparecería nunca más, esa pieza, tendría el único reflejo que verdaderamente podría llegar a importar alguna vez.

domingo, abril 29, 2007

Seda // Alessandro Baricco

Hay libros que son universales. Son pocos y son clásicos, pero son extraordinarios porque pertenecen a esa lista muy corta de libros que uno podría decir "estos son los libros que todo el mundo debería leer alguna vez en la vida". Claro, ¿quién no se ha sentido una cucaracha una vez? ¿Quién no ha confundido gigantes con molinos de viento? ¿Quién no ha sido un extranjero? Pero luego están esos otros libros. Esos libros que también todo el mundo debería leer, pero no porque se hagan universales, sino todo lo contrario. Son los libros que se hacen íntimos, que parece que hubieran sido escritos sólo para uno y sólo para el momento en que son leídos. Eso es Seda.

Este libro, que por cierto es el que catapultó a Alessandro Baricco a la fama internacional, es una de esas proezas que se logran raramente: una flecha directo a le emoción estética. El punto es que en la literatura de ambiente las sensaciones fluyen y se mueven dentro de uno conforme avanza en la novela, la mayoría de veces se trata de una prosa ornamentada, otras de descripciones desvariadas pero concisas... Pero en Seda todo es ritmo. Seda es como leer música, es como algo volátil, frágil, delicado (qué pertinente es el título). Desde luego, no se trata sólo de la fascinante entrega literaria y su consecución por la técnica. Tiene que ver también con la historia, una historia simple, pero desgarradoramente emocionante.

Quizás sólo quede agregar algo sobre esta novela (denominación que, por cierto, su autor rechaza tajantemente), y es que está escrita por una voz absolutamente angelical. No es una voz rasposa e íntima, sino una voz aflautada, que casi te adormece, pero que te emociona porque es imposible no emocionarse con la belleza.

Pocas veces algo tan estético es también tan íntimo, tan poco frío. Pero hay días raros, en que uno también se siente volátil, en que no está profundamente herido, ni tampoco feliz. Quizás un poco melancólico. Luego te despiertas y no recuerdas cómo era esa sensación. Por eso este libro es una especie de tesoro, porque pocas veces se puede abrir un libro con la certeza de que te espera no sólo una especie de viaje, sino también una especie de sensación.

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Recomendable: Para leer con silencio. Como quien escucha música, pero no de fondo, sino con audífonos. En tu cuarto, cuando estás solo. Para esos días.

Ficha técnica:

Baricco, Alessandro
Seda - Anagrama; 1997
180 p.; 14x21 cm. (Panorama de narrativas)
ISBN: 8433908405










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"Baldabiou siguió escuchando, en silencio, hasta el final, hasta el tren de Eberfeld.
No pensaba en nada.
Escuchaba.
Le hizo daño oír, al final, cómo Hervé Joncour decía en voz baja
- Ni siquiera llegué a oír nunca su voz.
Y al cabo de un momento:
- Es un dolor extraño. En voz baja.
- Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
Recorrieron el parque caminando uno junto al otro. Lo único que Baldabiou dijo, fue
- Pero ¿por qué diablos hace este maldito frío?
Dijo, una vez."

jueves, abril 26, 2007

Sobre esos días

Pero hay días en que uno no se imagina estando donde está. Escucho una canción que dice que hay días en que valdría más no salir de la cama. Pero este no es uno de esos días. Este es un día para jugar billar, pero no hay con quién. Y hay días en que uno quiere llorar y se muerde los labios. Pero no, este no es uno de esos días tampoco. Y hay días para salir a correr sólo por darse el gusto; o gritar en plena madrugada, sin que a uno le importe nada. Pero este no es uno de esos días. Hay días para tomar whisky aunque uno esté solo. Para salir a pasear, para extrañar. Días en que se extraña el mar. Y este no es uno de esos días. Porque hay días que quisiera dedicarte, días que yo mismo dedico a querer hacerte feliz. Hay días en que me pregunto por qué no te tengo, hay días en que lo entiendo y hay días en que no quiero entender nada. Y este no es uno de esos días. Hay días en que te quiero tanto que me duele. Hay días en que escogería odiarte. Hay días en que llueve cuando uno quiere escaparse de todos lados. Hay días que parecen llevar impreso tu nombre y hay días demasiado horribles o demasiado bellos. Y este no es ninguno de esos. Hay días en que quisiera decirte lo que tengo que decirte, hay días que no son para decir nada; hay días en que definitivamente descubro que lo mejor es dejar correr las horas, que el día se termine, que la sensación de que este es uno de esos días se vaya.

Sé que si logro dormir mañana despertaré y ya todo habrá cambiado. Pero ella duerme con las cosas que me salvan de un día como este y nunca como hoy mis sábanas han sido tan frías.

sábado, abril 07, 2007

No me esperen en abril // Alfredo Bryce Echenique

Hay algunos libros, muy pocos en la vida de un lector, que se terminan convirtiendo en libros recurrentes y uno nunca llega a enterarse de por qué. Eso es lo que me pasa a mí con este libro, y por eso reseñarlo puede resultar algo peligroso. Pero vale la pena, creo, porque de cualquier forma este libro ya nunca será "mi" libro, debido a una horrible (en lo personal), pero reveladora circunstancia: un día, hace ya algunos años, mandaron a leer No me esperen en abril en el curso de literatura de mi colegio. Y extrañamente, a la mayoría de mi promoción le gustó, lo cual me pareció sumamente extraño por sus muchas referencias históricas (yo lo había leído un par de años antes, pues estaba en la biblioteca de mi madre, vaya uno a saber por qué). Pero entonces se me reveló el misterio cuando una de las personas de mi promoción me dijo que sólo había leído las partes del romance entre Manongo y Tere, los protagonistas, y se había saltado lo demás.

Ciertamente, es un libro que puede a primera instancia interpretarse como un libro adolescente. Pero si alguno de ustedes ha leído antes un libro de Bryce, se dará cuenta de inmediato que dista mucho de eso. O que, en todo caso, todos los libros de Bryce tienen ese olor a juventud, y que siempre es más por nostalgia que por ingenuidad. No me esperen en abril no es sólo un libro sobre el amor o la amistad, sino sobre el tiempo. Por eso el título es tan sugerente (personalmente es mi título favorito entre las obras de Bryce) al respecto, y por eso la novela es tan voluminosa: es la historia de toda una vida, la vida de Manongo Sterne Tovar y de Teresa, un adolescente distraído de la alta clase limeña, cuya historia nos empieza en los años 50 de Nat King Cole, San Isidro y el Hotel Country, y que termina (si se le puede poner un final), en algo así como la actualidad. Su vida es solitaria y eso que se dice "incomprendida" cuando un suceso de lo más trivial termina por marcar su reputación y finaliza en su expulsión del colegio. Pero es entonces que su vida da un giro: conoce a un grupo de amigos y, en una fiesta, a quien será luego el gran amor de su vida, la joven Tere Mancini. Allí es donde la novela empieza a desarrollarse como una larga y delicada carta de amor, como el ejemplo de un amor inquebrantable y delicioso, inocente y lleno de experiencia, porque tanto Manongo como Tere son personas que van más allá de lo meramente humano para confesarse su amor: se aman y toman todo lo que les rodea como parte de su relación.

Pero como toda carta de amor, sobretodo en una novela de Bryce, hay un factor condicionante que lo cambia todo: el tiempo. Y la novela continúa desenvolviéndose, contándonos sucesos de aquí y allá en el Perú de ese entonces, haciendo un larguísimo y a veces extremadamente pertinente recorrido por algunos de los sucesos más importantes con ese humor que sólo Bryce en su estilo absolutamente único saber hilvanar; y en estos sucesos se ven envueltos nuestros personajes, cuyo amor a primera vista hermoso y apasionado, termina volviéndose frágil frente a la inexpugnabilidad de una vida que lo contempla todo desde la frialdad del designio, un reloj que marca los meses y los obliga a pasar las páginas muy antes de lo que deberían o quisieran. Así la opción de crecer aparece frente a ellos sin que la hayan buscado, pero Manongo Sterne no busca crecer u olvidar toda la felicidad que vive como adolescente, sino que piensa cargar consigo esa época, a sus amigos de entonces y sus amores y fantasmas. Manongo busca, con toda su fuerza y todos los logros de su vida, recuperar aquello que el tiempo, que la realidad se llevaron y no lo han dejado volver a ver. ¿Pero es su vida una ensoñación sin sentido? ¿O es que los demás no pueden ver lo que él ha descubierto en sus constantes desvaríos?

Extraordinario ensayo sobre la soledad y la nostalgia, sobre el pasado y los recorridos de la vida en sí, esta novela es una obra absolutamente esencial para todos los que, como Manongo, las emociones no nos son rasgos ailsados que uno se da el lujo de seleccionar, sino justamente una integridad que está llena de sabores diferentes que sólo uno (o dos si tenemos suerte), podemos descifrar de manera correcta.

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Recomendable: Ni idea. Capaz cuando estás enamorado y quieres torturarte. Definitivamente cuando estás nostálgico. No todo el tiempo, porque no lo terminas. Cuando estás harto del siglo XXI.

Ficha técnica:

Bryce Echenique, Alfredo
No me esperen en abril - Anagrama; 1995.
611 p.; 14x22 cm. (Panorama de narrativas)
ISBN: 8433909886






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"Y tú encantada de la vida. O sea que yo no pude ir a buscarte. Ni te busqué en otra mujer ni nada. Ni siquiera te molesté. Lo que hice fue meterme en mi mundo para poderte esperar siempre ahí y fingir que la vida cotidiana también me era posible. Encontré toda una vida de sedantes en mis amigos y me reía y los hice reír y canté y me emborraché y trabajé y empecé a eso que se dice triunfar y bailé (pésimo siempre) y narices respingadas hubo, por decirlo de alguna manera, y algunas cruelmente mejor respingadas que las tuyas pero bastaba siempre con acercarme bien para que nadie fuera como tú eres así. Y mi esperanza fue por dentro. Sigue yendo por dentro. Y a veces se ríe o se burla de mí cuando en la vida cotidiana hasta parece que fuera un canalla, unas veces; un cretino, otras, o aquel muchacho que empezó desde cero por eso de que, cuando iluminé un MG rojo, faltaban pocos meses para terminar el colegio y el baile de promoción era sagrado y cada uno debía asistir con la chica más maravillosa de su vida."

miércoles, abril 04, 2007

Los años, los meses, los espectros

Hace unos días, el día de mi cumpleaños, uno más. Pues sí, como no soy de esos que les gusta celebrar, termino siempre por pensar de más en un día que preferiría fuera uno más que sumar a la cuenta de tiempo muerto. Pero en ese día, ese día en que uno se pone a hacer matemáticas para descubrir todo lo que ha pasado por su vida hasta ese momento; ése es el día en que uno está obligado a mirarse las manos y leer su historia allí. Es el día en el que estamos obligados a contar el tiempo y pagar nuestro diezmo correspondiente a la vida que hemos llevado.

Tal vez odio mis cumpleaños porque llevo una racha terrible de sucesos desde hace muchos años. Paradoja al respecto: este año todos mis amigos escribieron para saludarme un día después. Por un momento se me ocurre pensar que conforme voy envejeciendo, mi imagen se hace más confusa para los que están lejos, y ya ni siquiera están seguros de que yo sea una persona, de que haya sido real. Luego esa idea se hace todavía más fuerte: qué si yo soy el único que todavía se acuerda del antes, de los ratos que he atesorado como los momentos más felices de mi vida, los mismos momentos que compartí con ellos. Qué si yo soy el único tan nostálgico, tan loco y tan absolutamente anticuado que todavía vive en los rezagos de un tiempo que fue y murió con todos los demás tiempos (tanto ha cambiado mi país, tanto ha cambiado el mundo y seguirá cambiando) y mientras todos ellos crecen y el olvido los ayuda a sobrevivir a esa constante transformación, yo me he convertido en un fantasma de los tiempos que amé y no pude retener conmigo. Entonces ellos me deben ver con lástima, mientras yo me ufano inútilmente por intentar que todo sea como antes.

El fin que me espera puede ser terrible o hermoso, dependiendo de si me doy cuenta o si muero en mi ilusión. Pero si ellos han olvidado mi cumpleaños, quizás terminen por olvidarme también, pues soy solo un eco de algo que debe, necesita ser dejado atrás. Termino pensando que no me da miedo envejecer, pero un escalofrío me recorre la espalda cada vez que pienso que me estoy haciendo viejo.