martes, abril 29, 2008

El orden natural de las cosas // António Lobo Antunes

A los que se dan el tiempo para leer esta reseña. Les guste o no.

Me gustan los animales, los cementerios y las fotos. Hay en ellos una cualidad que no he encontrado nunca en nadie más, y esa es la cualidad de escuchar. Por eso quizás siempre me he decepcionado tanto de tantas personas. Mi perro nunca me ha dicho que no tiene cinco minutos para leer un párrafo que escribí con cariño. Claro que nunca lo ha leído tampoco, pero al menos hace el esfuerzo olisqueando un poco mi cuaderno y dejándose acariciar detrás de las orejas. Y nunca me ha salido con eso de que uno no debe estar triste porque se ve mal. No le importa en absoluto mientras le permitas estar contigo. Y yo se lo permito a casi todos. Si soy sincero, quizás él es el único que se lo ha ganado.

Pensando un poco en todo esto, dándome cuenta de lo terrible que es dejarse matar de a pocos por un silencio que me ha hecho olvidar cómo es mi voz, redescubro este libro, quizás uno de los más perfectos que he leído nunca. Probablemente uno de los mejores y ya. Un libro lleno de voces que nadie oiría de otro modo, un narrador que es Lobo Antunes y no es. Una voz que se pierde entre el ruido de otras. Siempre he adoptado ese paradigma para mi obra y siempre he declarado que Lobo Antunes es una de mis grandes influencias. Pues a esto se debe. A este silencio que Lobo Antunes me hace creer que puede ser vencido con un libro extraordinario como este.

Por cierto, tuve la suerte de ver a Lobo Antunes en la feria del libro de Buenos Aires hace ya unos años. Creo que es uno de los momentos más memorables que he vivido literariamente hablando. Dijo algo que no olvidaré nunca y es que los escritores tienen la facultad de dar voz a quienes no la tienen. Y esa idea me resultó cierta y terrible como una verdad que se lleva a cuestas, pero con orgullo. Hay mucho de eso, por ejemplo, en Rigor mortis. Lo cual me lleva a preguntarme si, finalmente, la voz propia se termina por extinguir en ese afán por llevar otras al renacimiento. Supongo que no lo sabré hasta que sea demasiado tarde o ya no importe más.

En cuanto a este libro, decir es decir de más. Monólogos sobre la muerte, que se entrelazan en historias personales y delirios de locura, pasión, amor o soledad, y que se hunden debajo de ese olor a muerte que parece venir no solo de la pluma del narrador, sino también de los vientos que soplan en Portugal, un mundo lleno de cigüeñas que parecen llevar malos presagios, campos donde se esconden secretos que son revelados por la mano finísima y el escalpelo implacable de Lobo Antunes. Un diálogo de alguien que nos obliga a oír aunque no estemos acostumbrados a ello.

Y entre tantas cosas, este libro me recuerda que es posible ser oído, aunque solo sea entre una línea y otra. De otro modo, escribir sería vano, me digo, y todo esto que intentas en tu vida diaria, un intento absurdo por negar el orden, el orden natural de las cosas.

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Recomendable: Cuando el mundo no te presta sus oídos y necesitas encontrarlo entre tus propias voces.
Se lo regalaría a: Un par de personas que conozco. Para que sepan la importancia de detenerse a escuchar. La diferencia que puede hacer.
Whisky triple: Este es el segundo libro de una trilogía sobre la muerte de Lobo Antunes, iniciado por Tratado de las pasiones del alma y seguido por La muerte de Carlos Gardel. Aquel ya reseñado en este blog, este también altamente recomendable.

Ficha técnica:

Lobo Antunes, António
El orden natural de las cosas - Siruela
312 p.; 14 x 22 cm. - (Biblioteca Lobo Antunes) ISBN: 9788478444502







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lunes, abril 28, 2008

Alogia

La vida es cruel en ese sentido. No te da a nadie que quiera oír, te da a demasiados que necesitan ser oídos y te ha concedido, como si fuera un don, la capacidad de hablar por otros. Nadie parece descubrir, sin embargo, que entre tantas voces la tuya está enterrada, como un susurro de auxilio que se pierde entre los labios.

viernes, abril 25, 2008

La autopista del sur // Julio Cortázar

Hace un tiempo pensé que sería buena idea dejar de postear sobre cuentos y poner el libro completo. Pero después me recordé por enésima vez que este blog es mío y que si no me da la gana de que haya reglas no las hay y punto. Entonces el miércoles, mientras dictaba una clase, sugerí este título como un ejemplo perfecto del absurdo irrumpiendo en la realidad pero manteniendo la verosimilitud de la trama. Cuestión que luego vuelvo a mi casa, me doy cuenta que me volví a meter al cubo (expresión con pronta explicación en mi siguiente libro), y redescubro mis propia sugerencia cuando me doy cuenta que ese cuento es una metáfora de mis días recientes.

Eso es estar en el cubo, pero lo que es peor, acostumbrarte a él. Es decir, aceptar que no se puede salir y por lo tanto empezar a decorarlo y armar nuestra vida en el sistema mínimo que el cubo nos permite. Y creo que no puede haber metáfora más perfecta que esta (particularmente si vives en Lima en estos días en que el tráfico es una verdadera cárcel. Dicho sea de paso, vaya un aplauso para todos los que planificaron destruir la ciudad sin que nos demos cuenta, nos agarraron a todos, ¡muy buen trabajo!). En fin, lo interesante de este cuento es que el protagonista termina por volverse un amante de su prisión. No con la nostalgia amor/odio con que se vive en un encierro, sino con una verdadera adaptación a ese cubo del que hablo: un volverse parte de su fauna, un convertirse en el ser del cubo.

Y también el qué pasará si se destruye ese mundo perfecto y conocido en que se ha convertido la prisión que creíamos eterna. Mirar alrededor, pedir que dure unas horas más porque se sabe que cualquier encierro es solo temporal, que tarde o temprano aparecen las llaves, se desgastan las paredes, se termina la condena o sencillamente la inexorable muerte aparece para liberarnos.

¿El argumento? Un atasco de tráfico tan largo que obliga a las personas atrapadas en él a crear una nueva forma de vida: crean un sistema organizado, empiezan a buscar alimento y compartirlo y crean una sociedad en torno a ese atasco, una sociedad en la que todo funciona de acuerdo al encierro al que se han visto obligados: para sobrevivir, para encontrar las necesidades básicas y las no tan básicas, para encontrar el amor, la esperanza, ulteriormente, la vida.

No me quiero preguntar qué va a pasar conmigo cuando se disipe el encierro. Hay días que son para dormir y no para responderse preguntas. Al menos no para responderlas bien. En cuanto a Cortázar, he reseñado mucho de él en este blog, pero qué les puedo decir... Tiene demasiados cuentos a los cuales echar mano para esos días de estática.

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Recomendable: Para cuando estás en el cubo, pero no quieres salir, sea por la razón que sea.
Se lo regalaría a: Este año, a todos los que están esperando en el tráfico a que el auto del frente se mueva un centímetro.
Este cuento está en: Todos los fuegos el fuego (1966).
Whisky con link: La autopista del sur

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"A la cuarta vez de encontrarse con todo eso, de hacer todo eso, el ingeniero había decidido no salir más de su coche, a la espera de que la policía disolviese de alguna manera el embotellamiento. El calor de agosto se sumaba a ese tiempo a ras de neumáticos para que la inmovilidad fuese cada vez más enervante. Todo era olor a gasolina, gritos destemplados de los jovencitos del Simca, brillo del sol rebotando en los cristales y en los bordes cromados, y para colmo sensación contradictoria del encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr. El 404 del ingeniero ocupa el segundo lugar de la pista de la derecha contando desde la franja divisoria de las dos pistas, con lo cual tenía otros cuatro autos a su derecha y siete a su izquierda, aunque de hecho sólo pudiera ver distintamente los ocho coches que lo rodeaban y sus ocupantes que ya había detallado hasta cansarse. Había charlado con todos, salvo con los muchachos del Simca que caían antipáticos; entre trecho y trecho se había discutido la situación en sus menores detalles, y la impresión general era que hasta Corbeil-Essones se avanzaría al paso o poco menos, pero que entre Corbeil y Juvisy el ritmo iría acelerándose una vez que los helicópteros y los motociclistas lograran quebrar lo peor del embotellamiento. A nadie le cabía duda de que algún accidente muy grave debía haberse producido en la zona, única explicación de una lentitud tan increíble. Y con eso el gobierno, el calor, los impuestos, la vialidad, un tópico tras otro, tres metros, otro lugar común, cinco metros, una frase sentenciosa o una maldición contenida."


domingo, abril 13, 2008

Estática

¿Por qué no me miras a los ojos y descubres lo que quiero decir? Tú haces todo lo que pretendemos de la vida y luego lloras en silencio sin que yo pueda alcanzarte, pero,

muchacha, tú sabes, tú eres la pieza, eres el baile cuando quiero bailar solo, tú congelas al mundo con tu brillo y tu belleza despreocupada,

paralízame también.

Déjame tan quieto como a un distraido que se te cruza.

Déjame inmóvil.

Esa es la maldita consecuencia de tu amor que es solo una perfecta comprensión, o este lujo de pasar tanto tiempo contigo.

Tú ríes y el mundo se detiene a verte y

paralízame también, amor, no me dejes moverme mientras eres tú misma,

tú eres la historia y la canción y el centro del que todos esperan ver girar al mundo, ¿me dejarías soñarte un día más? Quiero hacer que dure algunas horas,

quiéreme también

para no descubrir nunca si te amo o en realidad solo deseo ser tú.