miércoles, febrero 18, 2009

Antología poética // Jaime Gil de Biedma


Valoración: 3.5/5.0
Ahora, esto está bueno


Últimamente me he dado cuenta de algo importante. Desde hace tiempo venía notando un vacío y no sabía muy bien a que se debía. O tal vez sí sabía, pero no encontraba la manera adecuada de llenarlo. Pero de repente (así como cuando ocurren las cosas maravillosas), cuando ya no esperaba nada, apareció alguien que día a día va llenando ese espacio. Y es un sentimiento tan bonito, que nada tiene que envidiar al amor. Precisamente pensando en esto me acordé de unos poemas de Biedma sobre la amistad, donde nos muestra que la amistad puede ser tan importante como el amor, y le dedica varios poemas a este tipo de relación tan trascendente en su vida.

En la obra de Biedma además podemos ver un sentimiento reflejo siempre constante: la nostalgia. Esa nostalgia por los instantes fugaces de felicidad que hacen que nuestra vida sea verdaderamente una vida.

Biedma parece estar recordando continuamente su pasado y cuando nos habla de su presente lo hace en un tono de inconformismo un tanto irónico. Por ello se dice que también utiliza una poesía política, pues critica a la sociedad a la cual pertenece y la rechaza. Esa ironía es uno de los puntos fuertes que define a este autor y que hace que veamos a su poesía moderna, actual.

Algo diferente en él, y que me gusta en comparación con otros poetas españoles, es esa mezcla de influencias tanto anglosajonas como francesas que se trajo de su estancia en Londres y sus lecturas de autores franceses, llegando incluso a utilizar algunas palabras de esos idiomas en su obra. Respecto al estilo poético, un detalle que me gusta es esa tendencia a interrumpir la frase con paréntesis o con guiones, lo cual dota al poema de espontaneidad... Si recomiendo una antología es porque su obra es muy breve y creo que queda muy bien recogida en un solo libro.

El tiempo, el tiempo y vuelta el tiempo, el tiempo que ya ha pasado y que solo podemos recuperar en nuestros recuerdos, parece ser lo que más obsesiona a este autor. Mirar hacia atrás está bien, pero no creo que sea bueno vivir solo recreándose en el ayer. Hay veces en que es mejor mirar hacia el presente que construimos día a día, pues será el pasado el que en dos pestañeos miraremos con nostalgia, y creo que mientras esté en nuestras manos debemos apresarlo para que no escape, para que lo podamos compartir con quien nos importa, para que esas personas que nos cambian la vida sean parte de nuestro futuro y, justamente por ello, de nuestro pasado.

De ahora en adelante


Como después de un sueño,

no acertaría
a decir en qué instante sucedió.
Llamaban.
Algo, ya comenzado, no admitía espera.

Me sentí extraño al principio,
lo reconozco -tantos años
que pasaron igual que si en la luna...
Decir exactamente qué buscaba,
mi esperanza cuál fue, no me es posible
decirlo ahora,
porque en un instante
determinado todo vaciló: llamaban.
Y me sentí cercano.
Un poco de aire libre,
algo tan natural como un rumor
crece si se le escucha de repente.

Pero ya desde ahora siempre será lo mismo.
Porque de pronto el tiempo se ha colmado
y no da para más. Cada mañana
trae, como dice Auden, verbos irregulares
que es preciso aprender, o decisiones
penosas y que aguardan examen.
Todavía
hay quien cuenta conmigo. Amigos míos,
o mejor: compañeros, necesitan,
quieren lo mismo que yo quiero
y me quieren a mí también, igual
que yo me quiero.

Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

Se lo regalaría: En principio a cualquier tipo de persona, porque habla de temas conocidos por todos.

Personalidad: Alguien de edad madura que piensa que tiempos pasados fueron mejores.

Imagen: dos amigas, una agarrada a la otra por el brazo, ambas con una sonrisa (de las que ya no quedan), entrando al colegio.

lunes, febrero 16, 2009

Amistad es compartir


Un par de copas de whisky,

risas que se comparten,

lágrimas que secarnos mutuamente,

un momento que se cuenta y se hace inolvidable,

un duelo en el que somos la compañía necesaria,

miradas cómplices,

un camino que está hecho para ser andado,

algún adiós que nunca se espera

y llorar, y llorar, y llorar.

Y el final no es sino el inicio cuando todo se termina y nada empieza.

jueves, febrero 12, 2009

La hora azul // Alonso Cueto

Valoración: 4.0/5.0
(Potencia)


Lo dijo el brillante David Lynch: "los secretos son peligrosos". Nadie mejor que él para decirlo, él que ha dedicado su vida y obra a revelarnos lo que yace debajo de la común y aparente superficie. Creo que hay diferentes maneras de hacer esto en el arte. Digo, revelarnos lo grotesco que es el mundo, pese a que nos hemos acostumbrado a él. Los secretos que esconde un pueblito pequeño en apariencia feliz, una persona de la que nadie sospechó la más sórdia vida oculta, una familia de la que solo se espera cháchara para la hora del té. David Lynch lo hace, claro, mostrándonos un mundo que empieza a absorber esa superficie, nos va adentrando en esa cosmología oculta del pueblerino que termina por entender que todo lo que vivió, todo lo que creyó cierto, en realidad tenía sus cimientos en lo más retorcido del alma humana: el secreto que revela la historia real, la aventura, la verdad.

La hora azul quizás es la antítesis de este tipo de estética. Fiel al estilo de Carver y con la filosa crudeza del realismo urbano, Alonso Cueto logra una auténtica proeza narrativa: superar con creces el hecho real para cargar la anécdota de sentido. Eso me hace recordar que alguna vez gané la enemistad de una periodista que me entrevistaba. Me preguntó mi opinión sobre la obra de Roncagiollo (que por esas épocas acbaba de iconizarse como el héroe de la literatura peruana) y yo recuerdo claramente lo que dije (porque finalmente lo he repetido por ahí alguna otra vez): odio la literatura testimonial. Odio la literatura que pretende superar la realidad porque la realidad siempre será más cruda y más violenta y más terrible que cualquier libro. Basta con ver el sufrimiento de una persona para que el libro de su vida pierda toda la importancia del mundo. Eso, en mi país, lo sabemos quienes hemos visto el terrorismo de cerca, quienes nos hemos molestado en descifrar la verdadera magnitud que esos destrozos dejaron en la vida de tantas personas. Y es ahí a donde apunta el blanco literario de Alonso Cueto. Ahí a donde ya se han escrito tantas otras obras, y donde tantos otros han fracasado sumergidos en un baño de sangre y en un esquema de teleteatro que se precia solo de la violencia, la visceralidad y la morbosidad humana para lograr emoción.

Es en ese sentido que esta obra es particularmente brillante. Su sutileza no deja de lado su terrible dureza como reproche a la sociedad y principalmente a la naturaleza humana. El protagonista es un abogado de condición acomodada, lo justo para que su personaje pueda sentirse extraño en un mundo completamente inhumano, pero también para que sus preocupaciones oscilen constantemente entre lo que conoce y lo que preferiría no haber visto nunca.

Adrián Ormache, un abogado de cierto prestigio, descubre, tras la muerte de su padre, que este estuvo a cargo de una división en Ayacucho, durante la época de la guerra antiterrorista. Al conocer las atrocidades que se cometieron en aquel lugar, empieza a investigar una serie de claves que lo llevan a revelar más de un secreto. Secretos guardados no solo en su familia, sino en la vida de los habitantes de los pueblos que sufrieron los embates de la guerra.

Quizás lo más poderoso en esta novela es el choque. El choque entre un mundo en apariencia perfecto (siempre en la mente del doctor) y la crudeza de una realidad que no deja demasiado lugar al olvido o a la ficción. Y es allí donde se produce la extraña inversión del mundo: donde el ser humano se acostumbra a la muerte y la vida se convierte entonces en la fábula.

Escena favorita personal: el encuentro del protagonista con un personaje místico y misterioso durante su viaje a Ayacucho y su contemplación de la famosa danza de tijeras. Uno de esos momentos literarios que se graban en la mente y se convierten ya para siempre en un referente al cual volver cuando, por ejemplo, descubrimos de la forma más difícil que, efectivamente, los secretos son y seguirán siendo siempre peligrosos.


Se lo regalaría a: Algún extranjero verdaderamente interesado en la historia oculta del Perú. A las personas que creen que los secretos pueden permanecer ocultos para siempre. A David Lynch.
Personalidad: Un aficionado a la fotografía que se pone a escuchar historias pueblerinas. Parte de él sabe que hay mucho de invento en ello, pero la otra parte no deja de fascinarse con la forma en que puede cambiar el mundo con solo unas horas de viaje.

viernes, febrero 06, 2009

En secreto

Ocúltalo en la oscuridad antes de que haga demasiado daño,

y no lo dejes nunca descubrir el lado puro de la luz, no dejes nunca

que admire el brillo de tus ojos o la facción exacta de un movimiento que no buscabas dar. Ocúltame,

bajo la superficie, entiérrame como si nunca hubiera existido, como si fuera un gran error que no se puede resolver, como si te humillara. Viérteme en el rostro los rezagos del temor, parte en dos mi vientre y destroza mis rodillas para que no me atreva a andar

en busca del reflejo de verdad, la condición de un ser humano que se precia de bailar ligero, ante los ojos de todos. No me dejes ser nunca más que la sangre que brota

cuando el prisionero escupe la lengua degollada por sus propios dientes.

miércoles, febrero 04, 2009

El secuestro // Georges Perec

Valoración: 2,5/5
(Pudiste ser mucho mejor...)


No creo que se trate de un libro malo. Probablemente si hubiera que hacerle justicia, tendría que decirse que tiene sus arrebatos de genialidad. Como todo lo que hace Perec, bueno. Pero el caso es que estamos ante un experimento que no pasa de eso. Creo que en algún post mencioné la premisa del OuLi Po (ese movimiento literario que inauguró Raymond Queneau en los 60'): la restricción formal. La fórmula es sencilla: ponte una restricción, véncela, la obra está creada. Y la verdad es que hermosas obras han aparecido de ese movimiento fantástico (habría que mencionar La vida, instrucciones de uso de Perec o Si un caminante una tarde de invierno... de Calvino).

Pero este libro me deja con la sensación de que falta algo (irónica oración para quienes han leído el libro). Desde luego, esa es exactamente la gracia: algo falta en este libro, y el reto del lector es hallar esa pieza perdia. No solo la ha perdido el lector, sino que uno de los personajes desaparece ante su ausencia y Perec nos narra, en este libro que fue descrito por un desafortunado crítico que fue despedido al día siguiente de publicar su reseña, como "una extraña novela policial en un lenguaje incomprensible". Seamos justos, la novela tiene sus lados fuertes. Hay que admirar la tenacidad de cualquier autor que se embarca a la tarea colosal de crear un libro y jugar con un argumento tan envolvente en medio de una marea de palabras que el lector podría terminar por encontrar demasiado forzadas. Quizás eso es lo que me pasa. Siento que El secuestro es una versión forzada de algo a lo que no se le pudo dar un acabado elegante y por lo tanto se entregó de manera funcional.

He pensado muchas veces que fue la traducción. Recuerdo haberla leído en un avión, hace ya unos años, camino o vuelta de Buenos Aires. Y recuerdo haber pensado que toda la nota de los editores me parecía sumamente densa, que un libro en el cual existía una tesis completa de por qué SÍ era posible traducir este libro al español, tenía por fuerza que contener su propio antagonismo. Es decir, la imposibilidad.

Ampliamente recomendable, sin embargo, para quienes buscan un libro en el cual el ejercicio de estilo sea claro. Casi lectura obligatoria de taller de narrativa donde se estudie técnica o estilo. Pero no la clase de lectura que eligiría para leer con whisky o con compañía. Para eso, prefiero al Perec genio que al Perec secuestrado por su genialidad.


"No el fin (por mucho que el fin fuese obvio en todo momento), no el tormento (por mucho que el tormento no dejó de sentirse), sino sobre todo omisión: un no, un nombre, un hueco:
Todo es como de costumbre, todo puede seguir siendo como de costumbre, pero después del próximo crepúsculo, dentro de ocho noches, dentro de un mes, dentro de doce meses, todo puede ser solo podredumbre: veremos el lento extenderse de un huevo, olvido ciclópeo, pozo sin fondo, cerco de lo negro. Uno por uno, enmudeceremos por siempre
".


Se lo regalaría a: Alguna persona distraída. A ver si se da cuenta del "truco" del libro.
Personalidad: Esos inventores que te llenan una sala de aparatos, pero ninguno funciona o sirve para lo que fue creado. No dejarías de visitarlo de vez en cuando, sin embargo.