martes, junio 05, 2007

Mundo de Babel

Cada vez estoy más convencido de que todos hablamos un idioma diferente. A veces miro por la ventana y me cuesta pensar que se haya construido todo lo que veo. Parques, edificios, sistemas de alcantarillados, automóviles, restaurantes, cochecitos para bebés, medicamentos, mangueras, medias de lana… ¿Cómo lo habremos hecho cuando hablamos todos en realidad un idioma distinto? ¿Cómo comunica un arquitecto a su ingeniero el diseño que tiene en la cabeza, cuando éste está irradiado de sensaciones, pensamientos, motivaciones? ¿No es cierto acaso que es terriblemente difícil encontrar a alguien que simplemente entienda?

Muchos se han ocupado de ese tema, claro, pero sigo sin estar muy convencido de las respuestas que esos muchos han hallado. Si yo no puedo entender lo que la única persona que quería entender me dice, y si no puedo hacerlo porque nuestros idiomas son tan distintos… ¿Cómo es que ese perfecto desconocido le pregunta la hora a aquella señora con vestido de flores turquesas y ella le da una indicación correcta? Algunos me dirán “un simple acuerdo estandarizado”. Pues sí, pero si yo le contestara que para mí es una hora diferente, no estaría mintiendo, ¿verdad? Cuántas cosas hay que inferir del idioma de otro. En realidad ese señor no pregunta qué hora es. Le está pidiendo a esa señora que le diga la hora que él, y sólo él necesita saber.

Nadie merece entenderse tanto como dos personas que se quieren. Y sin embargo, quizás el entendimiento se trata de una sucesión de infinitas coincidencias organizadas así para que el mundo no se destruya. Pero mientras más íntima se hace una relación, mientras más veces ponemos a prueba esa asombrosa estructura de causalidades organizadas que nosotros llamamos “comunicación”, más vamos precipitándonos hacia su inminente colapso. Se crea allí un giro, sin embargo, pues les toca a esos dos amantes, a esas dos personas que se han jurado el más alto grado de intimidad, la construcción de un nuevo idioma, uno que no sea individual y sólo ligado al mundo ajeno por coincidencias o causalidades tan frágiles como un hilo. Les toca construir un único idioma que ambos puedan aceptar y pensar sin lugar a error. Les toca el arduo pero reconfortante trabajo de redefinir absolutamente todas las palabras y volverlas suyas. Y con ello reconstruyen un mundo que de otra forma les estaría negado, se reconstruyen a sí mismos y tienen además la suerte de saber, ya sin lugar a duda, que alguien se ha preocupado de definirlos a ellos mismos.

Es por ello que sólo en la intimidad de un amor conocemos nuestra verdadera identidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Brindo por vos! linda sorpresa, alegria de mi mañana... alguien me esta entendiendo y mi corazon late con mas prisa por esta emocion simple que me genera sentirme espresada en palabras de otro. la soledad descansa aqui, bebe en compañía. liaschvartz@yahoo.com.ar