Odio el insomnio porque me provoca cansancio todo el día, pero odio todavía más las pesadillas. Soñé cosas entre horribles y extrañas toda la noche. Soñé con algo así como una historia de amor también, pero no terminaba muy bien. Luego soñé que me perseguían, por alguna razón, un montón de tipos rarísimos a quienes nunca había visto; en un edificio cuyos sótanos eran algo así como las vías del subte. Yo no tenía encima mi navaja, así que intentaba huir corriendo, primero por pasillos llenos de oficinas, luego por una escalera que se me hacía interminable. Me desperté muy agitado, un instante después de haber salido por el primer piso que resultaba ser la salida a la calle.
Pero acá afuera todo parece igual que en el sueño. Uno no sabe quién lo persigue ni por qué, pero tan pronto despierto me doy cuenta que otra vez estoy corriendo.
Pero acá afuera todo parece igual que en el sueño. Uno no sabe quién lo persigue ni por qué, pero tan pronto despierto me doy cuenta que otra vez estoy corriendo.
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