domingo, julio 08, 2007

Unas de cal, otras de ti

Ayer por la noche anunciaron a Machu Picchu como una de las nuevas 7 maravillas del mundo. Sin duda, me hace sentir orgulloso. Muchos critican el sistema de elección (particularmente los países que no tuvieron candidatos, bueno), y muchos creen que no hará gran diferencia. Pero está bien, porque ayer me tocó contestarle a algunos amigos con la frase “en Perú todo el mundo está celebrando en las calles”.

Un país que ha sufrido tanto como el mío, no debe privarse de una sola alegría. Ni una sola. Aunque algunas duren poco.

Hoy por la mañana vi a Federer pararse frente a un contrincante que por un momento le reveló una verdad terrible: ya no es el mejor del mundo en cada instante. Sigue siéndolo por ahora, claro… pero ahora sí hay una sombra que le pisa los talones. Y por momentos ese tipo que admiro por considerarlo prácticamente perfecto en el tennis, se me hizo humano. Pero está bien, porque quizás ganó por eso.

Un jugador que se levanta en los momentos más terribles y llora cuando logra una victoria que le costó exigirse al máximo, es una buena razón para seguir creyendo que la vida es franqueable, aunque cueste.

Por la tarde me llamaron a decirme que mi yegua ganó un campeonato al que también le tengo mucho aprecio. No sé bien por qué de todas las competencias de Perú, esa Copa Aniversario es la que verdaderamente me importa más que cualquiera, más que el campeonato nacional, incluso. Para los que me conocen, deben de pensar que siempre digo eso de cada concurso, pero que mi yegua tenga ese campeonato significa una enormidad. Me dolió terriblemente no haber sido yo quien haya saltado con ella hoy. Pero está bien, porque cuando uno es feliz hay dolores que se cargan con gusto, y eso me hace desear estar en casa.

A veces siento que he dejado en ella un reflejo de mí mismo. Y uno no se lo puede explicar a nadie que no lo haya vivido (todos los deportes son así). No sé, pero es que la vida está llena de esas pequeñas cosas que nadie te entiende y que tú no cambiarías por nada.

Hoy por la noche, ocurrió lo que había temido toda la semana: Perú cayó goleada 4-0 contra la selección de Argentina en los cuartos de final de la Copa América. Ayer, cuando veía los otros partidos, sólo pensaba “Dios, si perdemos, al menos que no sea así”. Pero sí fue. Y la verdad es que esa sensación rara de que todos se burlen de algo tan trivial como el fútbol, también duele. Pero está bien, porque sufrir por ser peruano es algo que haría cualquier día de la semana.

No se pueden ganar todas las guerras. Y algunas, de hecho, están hechas para pelearse y sólo morir honrosamente. Probablemente ver ese partido me ha recordado lo difícil que es alentar hasta el último minuto. Pero creo que ahora sé que es la única forma de no ser mediocre. ¿Y saben qué? Hubiera sido mucho más feliz si hubiéramos metido aunque sea un gol, si le hubieran quebrado la pierna a un argentino o si simplemente hubiéramos ganado el partido. Pero lo cierto es que a veces me da gusto que no todo salga tan bien; me da gusto sentirme un vulgar y frágil ser humano, saber que la vida no me va a convertir en una máquina insensible: yo también quiero llorar el día que gane mi partido más difícil.

1 comentario:

Anónimo dijo...

los triunfos y las derrotas van haciendo de nosotros personas distintas... y también somos personas distintas cuando afrontamos las derrotas y los triunfos cada vez...