martes, agosto 14, 2007

Dura vita, sed vita

Dura vita, sed vita. La vida es dura, pero es la vida. Creo que esa ha sido mi consigna por mucho tiempo. Tanto me lo he repetido, que aunque no lo crea como una verdad universal, ha sido mi frase de soporte para todos los momentos en que me he sentido verdaderamente aplastado. Y sin embargo, es una lección difícil de aprender. Justo cuando creo que he llegado a asimilarla como una lección de vida, algo pasa; quizás una tormenta, quizás un tropiezo, pero de nuevo estoy en el piso y de nuevo echo mano a la misma consigna inquebrantable. Dura vita, sed vita. Cuántas verdades se encierran en una sola.

El verdadero significado de esa frase es terrible, quizás desalentador. Significa que fuera de nuestros ideales, fuera de los sueños y las fantasías, la vida es difícil, o hasta cruel. Y que eso es algo que nunca podremos cambiar. Significa que uno no siempre obtendrá lo que quiere, y ni siquiera lo que se merece. Quizás algunas veces, cuando uno es suficientemente fuerte, obtiene lo que va a buscar. En todo caso el significado va muchísimo más allá, porque implica también que hay cosas que nunca controlaremos. Que la voluntad humana, por poderosa y útil que sea, no es inquebrantable. Que la vida la derrotará y más de una vez. Pero de nuevo, es la vida. Y no tenemos más opción que aceptarla o renunciar a ella.

Pero lo interesante es que esa misma frase puede seguirse deshilvanando hasta sus fibras más ínfimas. Y entonces es que descubro que eso que uno llama “la vida” es en realidad una forma de nombrar de una vez millones de sensaciones, sentimientos, hechos, encuentros y eventos que le van ocurriendo a uno a lo largo del tiempo. Y allí asoma mi primer atisbo de entendimiento. Y es que recuerdo entonces que tampoco podemos controlar lo que sentimos. Que a veces, cuando uno quiere algo con locura y lo ve lejano, esquivo, pues simplemente tiende a querer olvidarlo, a renunciar, o a seguir en la búsqueda pero sintiendo culpa, sintiendo que uno lo hace por masoquismo. Pero nada de eso. Porque querer algo es uno de esos sentimientos que uno no puede controlar tampoco. Uno puede hacer lo posible por olvidarlo, claro, pero si no se consigue, habrá que aceptar que escapa a nuestro poder, que el control es una ilusión, que habrá que vivir con eso y esperar a que se desvanezca por otras circunstancias, o quizás, en algunos casos, el milagro se nos dé y consigamos lo que queríamos en primer lugar.

Dura vita, sed vita. Maravillosa frase porque con toda la carga desgarradora y fatalista que trae, tiene también un lado hermoso y absolutamente inspirador, cosa que vale mucho más que esas frases huecas y optimistas que nos vende el mundo en su afán hipócrita de hacernos creer que todo es color de rosa. No. Cuando la verdad es dura pero trae esperanza, es una sensación mil veces más suprema que la falsa felicidad armada sobre cimientos débiles. Y es que ese lado positivo es la gran razón para seguir viviendo: es la libertad. La libertad de saber que sin control podemos rendirnos al hermoso torbellino del caos, sentir sin culpa, disfrutar de las emociones aunque sean pasajeras y aunque no siempre nos lleven al destino que queríamos.

No hay que pasar nunca por alto lo importante de esa libertad. Nunca. Tiene todo el valor del mundo, porque significa que no necesitamos olvidar todo lo que nos hace daño, y que no tenemos que obligarnos a ello. Que el olvido debería ser un proceso de cura, no una automutilación. Que podemos y debemos vivir la vida dispuestos a caer y a ensuciarnos y a lastimarnos de vez en cuando; y no como aquél que abandona el campo de batalla de puntillas, en secreto, como un cobarde de aquellos que le tienen miedo no solo a la muerte, sino también a la idea de vencerla simplemente porque no saben lo que vendrá después.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buscaba una respuesta y no pude encontrar una mejor !

Anónimo dijo...

Fenomenal, oportuno y reconfortante.