Intentar rescatarse puede consistir en eso. Por veces ella, que me salva de días como hoy, por veces los amigos que a la vez faltan y están, por veces uno mismo, por veces el mundo. La supervivencia efímera de arrancarle trozos de salvación al vacío, temerla a nada, por lo tanto no tener deseos. Me lastima no amar, así como me lastima anhelarlo. Vacío, suicida, enfermo. Las pastillas curan el insomnio, pero ya no cumplen su fin. Suman al problema cuando la dosis aumenta y yo sigo siendo mi enemigo. Pero sé que mañana veré el rostro de ella y no habrá cambiado. Yo, por otro lado, me echo a dormir sólo para hallar el mismo sueño recurrente: me miro al espejo y mi rostro es otro. Y el problema no es no reconocerme, sino no poder recordar cómo era yo antes del sueño.
1 comentario:
Me encanta tu blog. Me encanta la teoría del whisky. Me encanta el whisky. Me encanta Nabokov. Bueno, lo visitaré con regularidad.
(Y esto, que se ve tan egocéntrico, es un saludo desde Galicia)
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