Estaba buscando un libro adecuado para abrir esta fase del blog y postear el primer review. Pero mi vida es tan caótica en este momento que mis gustos están volcados en algo demasiado específico y la idea era abrir con un libro quizás más simple, quizás más fiel a la idea de aquello que quería lograr escribiendo sobre lo ya escrito (vano acto de redundancia, ciertamente). Pero buscando entre algunos papeles encontré el rastro de este libro, que no he leído en muchos, muchos años, y sobre el que hace poco tuve una conversación de lo más grata. No fue tanto esto lo que me decidió a incluirlo, sino que fue además uno de los primeros libros que me hicieron entender por qué la literatura es lo que es y uno solo puede apreciar los libros en la medida en que necesite leerlos. Es decir, que nunca, por nada de este mundo se trata de lo que uno escribe, sino de lo que alguien más lee. Como anécdota personal, recuerdo que este libro llegó a mis manos por culpa de ese colegio cuyo nombre prefiero no recordar. El nivel del curso de literatura era bastante bajo en general a lo largo de todos los años, pero recuerdo que era séptimo grado y que nos mandaron a leer 4 libros: La llamada de lo salvaje; las Narraciones extraordinarias de Poe; El Principito y una narración de la historia de la guerra de Troya llamada Naves negras ante Troya: la historia de la Ilíada, de la británica Rosemary Sutcliff. Al año siguiente, nos hicieron una encuesta sobre cuál de los libros nos había gustado más. Yo fui el único que votó por La llamada de lo salvaje. La pregunta no es, desde luego, por qué votaron los demás por lo que votaron, la pregunta era por qué voté yo por ese libro. La llamada de lo salvaje no es, definitivamente, la mejor obra de London. Si hubiera que recomendar algo de él, probablemente sería mejor empezar por sus relatos cortos (To build a fire es particularmente excepcional), sin embargo, hay algo en ese libro que inspira nostalgia por lo simple. Los escenarios de Jack London son bastante similares siempre: una vida dura, externa, que no podemos domar por más que intentemos y a la que simplemente hay que enfrentar de la manera más ardua: sobreviviendo si nos es posible. Pero en La llamda de lo salvaje, ocurre algo extraordinario porque el protagonista, un perro llamado Buck, es sacado de su ambiente natural, un hogar, un lugar donde todos sus instintos han sido dormidos, para ser puesto en el ojo de la tormenta: en esa vida que a él nunca le enseñaron a enfrentar. Pese a que el libro fue traducido muchas veces como "La llamada de la selva", La llamada de lo salvaje es una traducción mucho más fiel: habla de un llamado en el sentido más estricto de la palabra, no solo una cuestión de adaptación, sino de pertenencia. Y es que mientras el protagonista duela con la mejor manera de hacerse a un mundo que no comprende, descubre también que fue hecho para él, que en realidad su ambiente natural es ese afuera, ese orden donde hay que pelear para sobrevivir y vivir "en la ley del garrote", como tan magistralmente narra London en una de las escenas más memorables del libro. Llena de una dureza única, y una ternura absolutamente desgarradora, esta novela es un viaje de la vida: la gente que uno conoce, la que va dejando atrás; los momentos y las circunstancias que cambian constantemente, nos hallamos adaptado a ellas ya o no; un invierno que parece durar para siempre, las personas especiales que aparecen en medio de él, aunque luego tengan que partir. Y sobre todo un mundo absolutamente salvaje, cuya llamada algunas veces odiaremos, otras veces estaremos dispuestos a seguir. Pero una llamada que al fin y al cabo, nadie puede atreverse a ignorar.
Ficha Técnica:
London, Jack
La llamda de lo salvaje - Vicens Vives.
224 p. ; 13,5x19,7 cm. - (Aula de literatura)
ISBN 8431673427
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Recomendable: Siempre en invierno.
Ficha Técnica:
London, Jack
La llamda de lo salvaje - Vicens Vives.
224 p. ; 13,5x19,7 cm. - (Aula de literatura)
ISBN 8431673427
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"Lo habían derrotado (Buck lo sabía), pero no vencido. Se dio cuenta, de una vez por todas, de que no tenía ninguna posibilidad frente a un hombre con garrote. Había aprendido la lección, y nunca en su vida la olvidaría. El garrote fue una revelación. Fue su carta de presentación en el reino de la ley primitiva y aceptó las reglas del juego. Los sucesos de la vida tomaron un aspecto más cruel; y aunque afrontó este aspecto sin arredrarse, lo hizo con toda la astucia latente que se había despertado en su carácter. Con el paso de los días, llegaron más perros, en cajones o atados con sogas, unos dócilmente y otros bramando y rugiendo como había llegado él; y, uno tras otro, los vio pasar al dominio del hombre del suéter rojo. Una tras otra, cuando observaba aquellas acciones tan brutales, Buck recordaba la lección aprendida: un hombre con garrote era el legislador, un amo al que obedecer, aunque no necesariamente para ganarse su amistad. Buck no hizo esto último, aunque había visto perros apaleados que fingían delante del hombre, meneando la cola y lamiéndole la mano. También vio a un perro que no se apaciguó ni obedeció y, finalmente, murió en aquella lucha por el dominio."
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