Ayer yo mismo, en la mañana un amigo, por la noche mi hermana, luego otra amiga más. Tema recurrente este de las parejas pasadas, eso de las personas que alguna vez estuvieron, pero que luego se vuelven fantasmas que aparecen y desaparecen en nuestras relaciones presentes según un capricho y algunas voluntades que nos son difíciles de leer. Yo supongo y pienso que la amistad con una persona a la que hemos dejado rebasar el límite de la intimidad es imposible. Siempre puede uno llevarse bien, tener una relación agradable o hasta de sincera confianza. ¿Pero amistad? Ya no creo que se le llame así. Al menos no sólo así.
Quizás más que esa trivialidad de cómo debería denominarse o no la relación, sería más inteligente pensar en por qué nos preocupa tanto. No me refiero a nuestro propio pasado, sino al de la otra persona. Empezamos a salir con alguien e instantáneamente sentimos curiosidad por saber de su vida pasada, de lo que hizo, de lo que no hizo, de las cosas que vivieron antes de que las conociéramos, en un mundo y un espacio que nos es imposible llenar más que con sus historias y los recuerdos que nos comparten. Y siempre hay una especie de fascinación hasta morbosa por eso de los así llamados “ex”. Puede incluso llegar a molestarnos, a provocarnos una especie de disgusto por ese recuerdo ajeno. Pero queremos saber. Indagamos de todas maneras.
Una amiga sugiere que se trata de simple masoquismo. Pero no sé si estoy de acuerdo. Quizás es simplemente que a una pareja uno le comparte una parte de su vida, de su todo; más allá de qué tan profundo sea el sentimiento, las personas con las que hemos llegado a ese grado de intimidad simplemente nos poseen por un momento, se llevan parte de nosotros. Y cuando uno conoce a otra persona y quiere aprender de su pasado, tiene por fuerza que buscar las piezas que no encuentra, como un cazador. Pero esas piezas ahora le pertenecen a otro. No sé si sea posible robarlas de vuelta y devolverlas a su lugar, o si en todo caso se trata de una búsqueda estricta de conocimiento. Lo cierto es que conforme uno crece, parte de uno queda con las personas de nuestra vida. Esas personas que pertenecen al pasado son nuestro pasado. Verlos es como reflejar miles de momentos y miles de cosas que fuimos y que se han perdido, y sólo perduran y permanecen en la existencia de esa persona que se cruza de vez en cuando. Cuando ya no nos reconocemos en esa persona, cuando descubrimos que somos muy distintos, su irrupción es terriblemente dura, porque es como un anacronismo que no podemos soportar del todo. Otras veces nos es más leve, podemos incluso convivir con esas personas, porque estamos en paz con lo que hicimos. Y cuando nosotros queremos conocer por completo a otra persona, amarla, volvernos parte de ella, tenemos que buscar las piezas faltantes en los osados exploradores que estuvieron antes y dejaron allí su bandera. No porque el objeto de nuestro deseo quiera o no darnos esas piezas. Sencillamente que ya hace mucho no le pertenecen.
Esos “ex” no son, finalmente, sino una forma de recordarnos lo poco dueños que somos de nosotros mismos.
3 comentarios:
Gracias por compartir.
Puede sonar inútil, pero saber del pasado de alguien, es una manera imperfecta de conocerla mejor... no crees?
Hay un libro... una novela y esta memoria mia que se esfuerza por olvidar... antes de conocernos? si, asi... de Julian Barnes. No habia cumplido 20 cuando la lei y francamente fue lectura fuera de época. La sumo. Lia. Y llevo horas leyendote y sintiendote cerca. es raro. Lia
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