Eso es el día a día. Un relatar imposible de encontrar de otro modo, una memoria que olvida con facilidad, por conveniencia, por instinto, por una cuestión inevitable de salvar la adversidad, o cualquiera de esas excusas que no nos sirven más que para descubrir lo incierto como un reflejo de lo que alguna vez fue una especie de verdad a medias. Pero en mi día a día, te sigo dibujando a ti. Ahora más que antes, ahora con más claridad. Afuera llueve en esta ciudad plateada, aquí el tiempo me escasea y me sobra porque te llevo conmigo de una manera incalculada e incalculable. Ves, como que todo se conjuga. Las lunas en alguna ciudad lejana, las lunas pálidas en Buenos Aires, los destellos descarados de esa misma luna (que en verdad es tantas otras) en medio del gris de mi ciudad, tú, gitana, aquella luna en un nombre (una forma de deshacer constelaciones con los dedos, una palabra generosa, una risa virtualmente imposible, analógicamente existente aunque lejana y excesivamente próxima), una luna que me acaricia con sus manos frías para hacerme sentir algún calor de nuevo, en esas noches de invierno que duelen más y menos, en esas mañanas de invierno que no son todas iguales porque estoy lejos de casa, pero que lo son también desde que he descubierto lo doloroso, lo terrible e insalvable que es despertar y que no estés aquí conmigo.
1 comentario:
Hola, de casualidad cai en tu blog. Esta super interesante. ¿No hay siempre cierta vanagloria cuando encuentras alguien que lee y reseña tus autores favoritos? Te invito a que visites mi blog. Quiza podamos intercambiar ideas. Afectuosamente. JK
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