Irte lejos para que el sentimiento de ahogo no te persiga no siempre funciona. Después de todo, funcionó la última vez. No podías esperar que se repita, tampoco anticipar la derrota. Y no te lamentes, no todas las batallas se ganan.
Quizás porque en estos tiempos, cada vez tienes que irte más lejos para estar lejos. Hace dos noches, el balneario de Pimentel, donde mi madre pasó su infancia. Hoy de nuevo Buenos Aires y su frío desgarrador que vive burlándose de mí. Demasiados kilómetros demasiado pronto. Demasiados aires que no saben igual. Demasiadas voces que se me confunden. No sé qué tengo, pero sé qué es lo que no.
Quizás en este mundo uno se acostumbra a todo. He sido un extranjero los años más importantes de mi vida. Y quizás ya no sé ser otra cosa. Amo mi prisión. Amo ser parte de algo de lo que no soy parte.
Te estás poniendo nostálgico, me grita una cuerda negra tendida sobre mi mesa. La miro tentado, pero rechazo la idea. La vida se ríe y me dice: “no perteneces a nada”. Pero seré yo quien ría luego. Ahora puedo darme el lujo de construir todo desde el comienzo, digo.
Sí, sé que tengo razón. Pero también es cierto que no estoy sonriendo.
2 comentarios:
ya te lo dije... es un lujo andar en esa disyuntiva. Podrías no haber salido nunca de Lima, y no saber lo q es tener la vida y los sueños regados en otros lugares... eres afortunado, y al final sí creo que vas a sonreir
Estar inmerso en un viaje, indica un tiempo y movimiento de cambio. Somos eternos peregrinos, sin un destino final…siempre es un "ir hacia". Es recomendable que extranjeros en tierras conocidas o desconocidas, abracemos y aceptemos el lugar donde estemos parados…es diferente y tal vez no nos guste, pero acogerla nos otorga experimentar cosa totalmente distintas.
“El que es capaz de dominarse hasta sonreír en la mayor de sus dificultades, es el que ha llegado a poseer la sabiduría de la vida".
(Anonimo)
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