domingo, septiembre 30, 2007

Príncipe // Ib Michael

Príncipe es la primera traducción al español de este autor danés de gran reconocimiento en su país de origen. Y aunque no he leído nada más de él, creo que si el resto de su obra está en el nivel de esta novela, tal reconocimiento es más que justificable. Algo que me gusta de este libro de manera particular es que todo, técnica, estructura y estilo, están puestos al servicio de una narración absolutamente sensorial. Cierto es que lo han comparado con el realismo mágico (que en mi opinión siempre ha sido una forma bonita de decir "cualquier cosa parecida a Cien años de soledad"), pero creo que en este caso hay un quiebre importante entre una intención y otra: en Príncipe, la fantasía está apartada de la realidad "real" por una línea muy fina: el tiempo. No es extraño, pues, que el protagonista sea un niño, el único capaz de trasladarse de una realidad a otra sin mayor dificultad que la de ponerse a soñar. Y es allí donde esta novela cobra una consistencia absolutamente única, donde obtiene su mayor fuerza narrativa y alcanza un grado de incandescencia que conmueve y asombra.

El argumento es sencillo y a la vez terriblemente complejo. Podría decirse que es la historia de Malte, un niño de doce años que pasa sus vacaciones de verano en un pequeño pueblo pesquero de la costa danesa. Pero es cierto también que, como dije antes, aquí todo se confabula como una especie de trampa, como una enredadera que mezcla trama, estructura y palabras, y por ello lo que pareciera ser la tendencia natural de la historia, encuentra giros insólitos que, narrados con una magistralidad francamente sorprendente, dan como resultado una novela no solamente convincente literariamente hablando, sino sobre todo envolvente, de esas que se colocan justo donde salta el fuego de la emoción estética.

Y dejando de lado los artificios literarios, quizás lo más interesante de esta novela es la forma en que aborda el tema de la infancia. Primero porque la mayoría de veces esa idealización de la fantasía como contrapropuesta a la adultez resulta tan evidente que simplemente se vuelve un cliché. Y segundo porque pocas veces se da una convivencia clara de ambos mundos en una obra literaria sin que choquen de alguna manera. Pero en eso destaca Príncipe, porque, nuestro narrador (un extraño ser que salta de cuerpos convirtiéndose en animales u objetos), está por encima de la capacidad del tiempo, y comprende ambos mundos sin prejuicios ni preconceptos. Y el lector es un espectador de lujo, pues se sitúa en este plano intermedio por momentos, en el corazón de Malte por otros, en los adultos que conviven en este mundo agreste por lógica absolutamente natural.

Quizás esta reseña hubiera sido más pertinente en verano. Pero haciendo como el personaje de la novela, es decir, intentando ser un poco niño para no olvidar del todo lo que eso significa, creo que un excelente primer paso es olvidarse un poco del tiempo y construir uno propio. Cosa difícil para uno hoy en día, pero absolutamente necesaria. Bueno saber que hay libros como este, para echarnos una mano antes que sea demasiado tarde.

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Recomendable: Excelente lectura de playa, pero sobre todo, en esos momentos en que uno juega a que todavía puede ser un niño.
Se lo regalaría a: ¿Billy Corgan?

Ficha técnica:
Michael, Ib
Príncipe - Salamandra
(Narrativa); 2002
320 p.; 14x22 cm.
ISBN: 9788478887903






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"Un instante a la luz, la felicidad de un día, ¿compensa la soledad de cien años? Veranos fugaces, días que no terminaban nunca, noches de cristal azul oscuro... Pero nada dura para siempre. Al final del verano espera un sol que va desinflándose hasta oscurecer en medio del día. Nacemos a la conciencia de esas moscas de vida efímera que alumbran un instante en la noche y luego desaparecen. Pienso en un chico. También sus días están contados, pronto lo borrará el tiempo, como a todos los demás. Viajé para volver a sentir esa emoción que normalmente dejamos atrás al crecer. Mientras sientes curiosidad eres inmortal. El mundo era una cámara del tesoro, un recipiente sin fondo de vivencias del que bebía y bebía sin conseguir vaciarlo. Lo que se apoderó de mí al final no fue la desidia, ni mi tendencia innata a la melancolía: morí obstinado. En el cenit de mi trayectoria."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegra sobremanera encontrar blogs sobre literatura como este.
El diccionario de Ambroce Bierce, así como la s obras de L.Sterne, Diderot, Grombrowicz, y un largo etc, debería ser literatura obligatoria. Conocer el pensamiento de autores iconoclastas nos prepara para la vida tal como la conocemos, más aún que los clásicos.
Saludos desde BS.AS
Gustavo