Solías sacudir la tierra, solías sacudir el mundo en el que piso y todo lo demás se convertía en los recuerdos grises del camino detrás,
y solías también cantar para mí,
después de la tormenta.
Cuando las nubes se juntaban y la tiniebla me llegaba a la fragilidad del cuello,
aparecías y brillabas.
Se llamaba Timón y lo conocían como un vagabundo afortunado: todas las casas eran suyas, todos los caminos
seguían su huella.
Pero sabes que la noche es un alud irreemplazable, que el día siempre calla.
Así aprendimos desde niños a vivir a la fuerza para no saber morir,
y dije no, no dejaré que me destruya,
no lo haré, no lo haré.
Y Timón esperaba con el oído aguzado, para decirnos "estará bien todo",
para mirar contigo la tormenta
para burlarse de las iglesias profanas y lo sábados de profecía.
Nos tomamos de la mano, extendimos nuestros rostros al universo y su llovizna, nos dejamos empapar. Nos dijimos dame fuerzas, resistiremos, por el dolor de nuestra tierra y nuestro corazón anclado en esta casa,
resistiremos.
Timón inició el viaje sin nosotros, dejó detrás la huella, los perfumes de enero y las canciones que cantabas para adormecerlo antes del mar,
antes de que todo fuera verdaderamente nuestro.
Y yo lo contemplaba todo desde mi escondite abierto,
vano en el silencio, joven como jamás me he permitido,
perverso como una bruja que maldice entre las llamas
y dice un nombre que no conoce todavía.
Llegará un tiempo, lo verás, con nombres parecidos a los míos.
Nos aferramos, cómo no hacerlo. Nos aferramos a lo que no sabíamos para naufragar entre los otros cuerpos. Vimos la verdad de otros y enfrentamos el engaño de ser nosotros mismos. Por eso me sostengo. Me sostengo y no me dejaré caer. Te sostengo y no me dejarías nunca.
Y Timón llegaría al último desierto: donde nadie puede pronunciarnos. Y sabría en el recuerdo del dolor y las señales y las marcas en tus brazos y diría no,
sostente, no puedes caer, no desistas nunca,
aférrate
a los nombres que soportan la marea.
Y yo te dije, llegará algún día un tiempo, lo verás, y aprenderás mi nombre para hacerlo un nombre, aprenderás los nombres que soplaban desde su recuerdo: Fen, dirás, Asobi, tiempo... Volverás la vista al mar y dejarás que la calma se convierta en nuestro escudo. Yo diré algo intrascendente y tú sacudirás mi pelo.
Por eso sé que resistiremos,
resistiremos.
2 comentarios:
Una vez más te digo: "me encanta".
Uno no se puede preocupar por lo que no ha pasado.
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