sábado, abril 24, 2010

Arrogante

Puede ser
que detrás de las heridas hayas descubierto
los rastros del gigante.
No hay mucho más que hacer, podemos resignarnos,
a la noche incólumne y marchita.
No somos de ninguna forma consecuencia de ninguno de los actos
a los que les debimos tanta fe.
Puede ser, digo,
que hayan terminado las madrugadas de aplazar el sueño
para vernos un instante más.
Pero yo no sé muy bien
por qué no quieres compartir conmigo la liturgia de tu mano
cuando esos momentos antes de dormir,
después de habernos prometido el cuerpo;
no sé cómo fingir durante el día
que puedo ser feliz con menos de lo que me duele obviar.
De todas formas no he aprendido a despertarme
sin el rencor de las torpezas que tanto me han costado.
No puedo contemplarte demasiado
sin acunarme de inmediato en brazos del insomnio,
no puedo ser yo mismo mucho tiempo
sin ser brutal y tercamente honesto:
te odio.
Y para una criatura como yo,
un montaraz herido y cimarrón,
compartir tu tiempo es más soberbio
que la sed de sangre que me inspira el mundo.

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